12 MEMORIAS SOBRE LA VIDA
si el amor presta encantos — ¿por qué tú no se los pedias?
El más grande hombre que vivía entonces no tuvo más fortuna cerca de ella. Para hacerla sucum- bir era preciso inspirarle más deseo que respeto y admiración. El abate de Raconis, su pariente, y el abate de Boisrobert, su amigo, que representaban ambos el mismo papel cerca del cardenal de Riche- licu le habían hablado á menudo del mérito singular de Ninón, y la idea que de ella le dieron, le metió en ganas de verla y oirla. Boisrobert, que servía para más de una cosa á su amo, prometió satisfacer su curiosidad.
Lleno úe los más vastos proyectos, que sus talentos superiores y su actividad llevaban siempre á cabo, el cardenal no había renunciado nunca á las ex- pansivnes de su corazón. El hombre grande sirve para todo. Á diario cultivaba el gusto que tenía por las letras, y á diario tenía momentos destinado á sus galanterías. Bien es verdad (á creer al car- denal de Retz) que en el arte de agradar era á veces menos dichoso. Tal vez corresponden á almas de un temple más común el arte y los talentos frí- volos de la seducción.
En Rueil (1) fué donde el intrigante eclesiástico hizo ver á su amo á Ninón y su amiga, que, encan- tadas de juzgar de un hombre que llamaba la aten- ción de la Europa entera asombrada, se habían pres- tado gustosas á los designios de Boisrobert. Las fiestas más galantes y más deliciosas, siguieron á este co nocimiento. Pero Ninón, no dejándose deslumbrar, por el favor que tal intriga pudiera alcanzarle, osó
(1) Casa del cardenal,