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daría muy buena cuenta de sí. Bajó, en esto, Chiquiznaque, y preguntóle Monipodio si había cumplido con la obra que se le encomendó de la cuchillada de a catorce.

—¿Cuál?—respondió Chiquiznaque. ¿Es la de aquel mercader de la encrucijada?

—Esa es—dijo el caballero.

—Pues lo que en eso pasa—respondió Chiquiznaque es que yo le aguardé anoche a la puerta de su casa, y él vino antes de la oración; lleguéme cerca dél, marquéle el rostro con la vista, y vi que le tenía tan pequeño, que era imposible de toda imposibilidad caber en él cuchillada de catorce puntos; y hallándome imposibilitado de poder cumplir lo prometido y de hacer lo que llevaba en mi destruición...

—Instrucción querrá vuesa merced decir—dijo el caballero; que no destruición.

—Eso quise decir—respondió Chiquiznaque—.

Digo que viendo que en la estrecheza y poca cantidad de aquel rostro no cabían los puntos propuestos, porque no fuese mi ida en balle, di la cuchillada a un lacayo suyo, que a buen seguro que la pueden poner por mayor de marca.

—Más quisiera—dijo el caballero—que se le hubiera dado al amo una de a siete que al eriado la de a catorce. En efecto, conmigo, no se ha cumplido como era razón; pero no importa: poca mella me harán los treinta ducados que dejé en señal. Beso a vuesas mercedes las manos.

Y diciendo esto, se quitó el sombrero y volvió