Página:Novelas ejemplares - Tomo II (1919).pdf/64

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
64
 

Todas estas gracias, adquiridas y puestas 30bre la natural suya, poco a poco fueron encendiendo el pecho de Ricaredo, a quien ella, como a hijo de su señor, quería y servía; al principio le salteó amor con un modo de agradarse y complacerse de ver la sin igual belleza de Isabel, y de considerar sus infinitas virtudes y gracias, amándola como si fuera su hermana, sin que sus deseos saliesen de los términos honrados y virtuosos. Pero como fué creciendo Isabel, que ya cuando Ricaredo ardía, tenía doce años, aquella benevolencia primera, y aquella complacencia y agrado de mirarla, se volvió en ardentísimos deseos de gozarla y de poseerla: no porque aspirase a esto por otros medios que por los de ser su esposo, pues de la incomparable honestidad de Isabela que así la llamaban ellos no se podía esperar otra cosa, ni aun él quisiera esperarla aunque pudiera; porque la noble condición suya y la estimación en que a Isabela tenía, no consentían que ningún mal pensamiento echase raíces en su alma: mil veces determinó manifestar su voluntad a sus padres, y otras tantas no aprobó su determinación, porque él sabía que le tenían dedicado para ser esposo de una muy rica y principal doncella escocesa, asimismo secreta cristiana como ellos; y estaba elaro, según él decía, que no habían de querer dar a una esclava—si este nombre se podía dar a Isabela—lo que ya tenían concertado de dar a una señora: y así perplejo y pensativo, sin saber qué camino tomar