partida. A los que fueron conmigo yo los sabré engañar de modo, que salga con mi determinación.
Lo que te pido es (si es que ya puedo tener atrevimiento de pedirte y suplicarte algo), que si no es hoy, donde te puedes informar de mi calidad y de la de mis padres, que no vayas más a Madrid; porque no querría que algunas de las demasiadas ocasiones que allí pueden ofrecerse me saltease la buena ventura que tanto me cuesta.
—Eso no, señor galán—respondió Preciosa—; sepa que conmigo ha de andar siempre la libertad desenfadada, sin que la ahogue ni turbe la pesadumbre de los celos; y entienda que no la tomaré tan demasiada, que no se eche de ver desde bien lejos que llega mi honestidad a mi desenvoltura; y en el primero cargo en que quiero estaros es en el de la confianza que habéis de hacer de mí. Y mirad que los amantes que entran pidiendo celos, o son simples, o confiados.
" —Satanás tienes en tu pecho, muchacha—dijo a esta sazón la gitana vieja—: ¡mira que dices cosas que no las diría un colegial de Salamanca!
Tú sabes de amor, tú sabes de celos, tú de confianzas: ¿cómo es esto? que me tienes loca, y te estoy escuchando como a una persona espiritada, que habla latín sin saberlo.
—Calle, abuela—respondió Preciosa—, y sepa que todas las cosas que me oye son nonatlas y son de burlas, para las muchas que de más veras me quedan en el pecho.
Todo cuanto Preciosa decía, y toda la discreción