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rad: yo imagimo una cosa, y si es ansí como la imagino, vos habéis topado con vuestra buena suerte en haber encontrado conmigo: lo que imagino es que, enamorado de Preciosa, aquella hermosa gitanica a quien hicísteis los versos, habéis venido a buscarla, por lo que yo no os tendré en mrenos, sino en mucho más; que, aunque gitano, la experiencia me ha mostrado adónde se extiende la poderosa fuerza de amor y las transformaciones que hace hacer a los que coge debajo de su Jurisdicción y mando. Si esto es así, como creo que sin duda lo es, aquí está la Gitanica.

—Sí, aquí está; que yo la vi anoche—dijo el mordido; razón con que Andrés quedó como difunto, pareciéndole que había salido al cabo con la confirmación de sus sospechas. Anoche la vi—tornó a referir el mozo—; pero no me atreví a decirle quién era, porque no me convenía.

—Desa manera—dijo Andrés—, vos sois el poeta que yo he dicho.

—Sí soy—replicó el mancebo—; que no lo puedo ni lo quiero negar: quizá podía ser que donde he pensado perderme hubiese venido a ganarme, si es que hay fidelidad en las selvas y buen acogimiento en los montes.

—Hayle, sin duda—respondió Andrés—, y entre nosotros los gitanos, el mayor secreto del mundo. Con esta confianza podéis, señor, descubrirme vuestro pecho; que hallaréis en el mío lo que veréis, sin doblez alguno; la Gitanilla es parienta mía, y está sujeta a lo que quisiere hacer