agentes de servicio. Subimos las escaleras y penetramos al cuarto donde había sido encontrado el cuerpo de la señorita L'Espanaye, y donde permanecían aún los dos cadáveres. El desorden del cuarto continuaba, como se acostumbra en tales casos. No vi nada que no hubiera sido constatado por la Gazette des Tribunaux. Dupin examinó todo, hasta los cuerpos de las víctimas. Después fuimos á los otros cuartos y al patio; un gendarme nos acompañaba por todas partes.
Aquel examen nos ocupó hasta la noche, en que nos fuimos. En el camino hasta casa, mi compañero se detuvo por un momento en la oficina de un diario.
He dicho que los caprichos de mi amigo eran múltiples y, que je le ménageais; para esta frase no hay ninguna equivalente en inglés. Fué su humour abandonar toda conversación respecto al asesinato, hasta cerca de las doce del día siguiente. Entonces me preguntó, repentinamente, si no había observado algo de singular, en el teatro del asesinato.
Había no sé qué en su manera de dar énfasis á la palabra «singular» que me hizo estremecer, sin que comprendiera el motivo.
— No, nada de singular, dije, nada más que lo que ambos hemos visto constatado en el diario.
— La Gazette, replicó él, no ha penetrado, temo, el horror poco habitual del hecho. Pero desechemos las vanas opiniones de ese impreso. Me parece que este misterio es considerado insoluble por la misma razón que le haría ser mirado como fácilmente soluble — quiero decir, por el carácter exagerado de sus rasgos distintivos. La Policia está confundida por la aparente ausencia de motivo — no por el asesinato en sí mismo —