que puede haberse producido un tesimonio como éste! — en cuyos tonos, extranjeros naturalizados de las cinco grandes divisiones de Europa, no han podido reconocer ninguno que les sea familiar — ¡absolutamente familiar! Vd. dirá que puede haber sido la voz de un asiático — de un africano. Ni los asiáticos ni los africanos abundan en París; pero sin rechazar la deducción, quiero llamar la atención de Vd. simplemente sobre tres puntos.
«La voz es llamada por un testimonio «áspera más bien que aguda», Es representada por otros, como «rápida y desigual. Ningunas palabras — ningunos sonidos parecidos á palabras — son mencionados como comprensibles» por los testigos.
«No sé, continuó Dupin, qué impresión puedo haber hecho, de esta manera, sobre el entendimiento de Vd.; pero no vacilo en decir que, deducciones legitimas hasta de esa porción del testimonio — la porción que respecta á las voces gruesa y aguda — son en sí mismas suficientes á engendrar una sospecha que puede dar dirección á los progresos en la investigación del misterio.
«Digo «deducciones legítimas», pero mi pensamiento no está expresado por completo con esa frase. Quería decir que las deducciones eran los únicos medios propios, y que la sospecha procede inevitablemente de ellas, como el único resultado. Cuál es la sospecha, sin embargo, no puedo precisarlo todavía.
«Deseo sólo demostrar á Vd. que en cuanto·á mí, era suficientemente eficaz para dar una forma definida — una cierta tendencia, á mis investigaciones en el teatro del crimen.
«Trasportémonos ahora, imaginativamente, á ese