extraños cuentos, y sacará de ahí medios inesperados. Pero tengo razones para creer que no es á este orden de composiciones al que daba más importancia y que — á causa quizá de esta precoz aptitud — no estaba lejos de considerarlas como fáciles juglerías, comparativamente á las obras de pura imaginación.
Algunas malhadadas deudas de juego hicieron que entre él y su padre adoptivo hubiera un enojo momentáneo, y Edgar — hecho de los más curiosos, y que prueba, por más que se diga, una dosis de chevalerie, bastante fuerte en su impresionable cerebro — concibió el proyecto de mezclarse á la guerra de los Helenos é ir á combatir los Turcos. Partió pues para la Grecia. — ¿Qué le sucedió en Oriente, que hizo allí?—¿Estudió las riberas clásicas del Mediterráneo — porque le volvemos á encontrar en San Petersburgo, sin pasaporte — comprometido y en qué especie de negocio — obligado á apelar al ministro americano, Henry Midleton, para escapar á la penalidad rusa y volver á su hogar? — Se ignora; hay ahí un claro que sólo él hubiera podido llenar. La vida de Edgar Poe, su juventud, sus aventuras en Rusia y su correspondencia han sido largo tiempo anunciadas por los diarios norte-americanos, pero no han aparecido jamás.
Vuelto á América, en 1829, manifestó el deseo de entrar á la escuela militar de West-Point; fué admitido en ella, en efecto, y ahí, como en todas partes, dió muestras de una inteligencia admirablemente dotada, pero indisciplinable, y al cabo de algunos meses fué despedido. — Al mismo tiempo aconteció en su familia adoptiva, un suceso que debía tener las consecuencias más graves sobre su vida. La señora Allan, por la cual