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Un dia, volviendo de lo infinitamente grande á lo infinitamente pequeño, fijando sus miradas en dos niños que jugaban en la calle, -me dijo con ese acento melanóclico que daba siempre á sus palabras:
- Amo á los niños de ojos azules y cabellos rúbios; en su mirada indecisa y soñadora veo algo dulce y vago que me encanta. Amo tambien á los de cabellera negra y ojos brillantes: los amo con todo mi corazón, porque el niño es siempre una promesa del porvenir lejano, y gozo al soñar en lo que no se ha realizado aún, en lo que solo en la imaginación existe. Algunos viven del pasado, muchos del