ganza; por lo tanto no diré que obraba bien.... ni tú lo creerás tampoco.
En cuanto á Laura, se había levantado de su asiento, ríjida y mortalmente pálida; pero volvió á sentarse, sin pronunciar una sola palabra, aturdida por el rudo golpe recibido...
— ¿Quieres ó nó? la pregunté de nuevo, sonriendo implacablemente. -Supongo que no extrañas mi proposición...
Permaneció un instante en silencio, pero comprendí que quería hablar; así, pues, aguardé á que dominara su emoción.
— Vd, Armando, dijo por fin, tiene razón al insultarme de esa manera. (Nota que ya no me hablaba de tú). Yo lo he engañado, y eso nunca se perdona; le he hecho creer en mi inocencia que no existía, sin arrepentirme hasta ahora, en que comprendo cuánto sufre trás esa máscara indiferente...