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Nuestra Señora de Paris.

Sea lo que se fuere de esta triple explicacion política, física y poética del incendio del palacio de Justicia, en 1618, "el hecho desgraciadamente indudable es el incendio. Muy poco queda en el dia, merced á aquella catástrofe, merced sobre todo á las varias restauraciones sucesivas que han completado lo que ella comenzó, muy poco queda en el dia de aquella primera mansion de los reyes de Francia, de aquel palacio hermano primogénito del Louvre, tan viejo ya en el tiempo de Felipe el Hermoso que en él se buscaban los vestigios de los soberbios edificios construidos por el rey Roberto, y descritos por Helgaldus. Casi todo ha desaparecido. ¿Qué se ha hecho la cámara de la cancilleria donde S. Luis consumó su matrimonio? El jardin donde el rey administraba la justicia «vestido de una sobrevesta de camelote, de un tabardo de tiritaña sin mangas, y de una capa al exterior de sándalo negro, reclinado sobre una alfombra con Joinville?» ¿Donde está la estancia del emperador Segismundo? ¿Donde la de Cárlos VI? ¿Donde la de Juan-sin-Tierra? ¿Qué se hicieron la escalera desde donde Cárlos IV promulgó su edicto de perdon general? La losa en que degolló Marcel en presencia del Delfin á Roberto de Clermont al mariscal de Champaña, el postigo donde fueron laceradas las bulas del antipapa Benedicto, y de donde volvieron á salir los que las trajeron con capas pluviales y mitras de mojiganga en señal de rision, y sacados á la vergüenza y paseados por todo Paris, y la sala grande con sus dorados, su azul, sus arcos diagonales, sus estátuas, sus pilares, su inmensa bóveda toda acrivillada de esculturas, y la estancia dorada, y el leon de piedra que estaba á la puerta con la cabeza baja, rabo entre piernas como los leones del trono de Salomon, en la actitud humillada que corresponde á la fuerza delante de la justicia, y las soberbias puertas, y los vidrios de colores, y las cerraduras cinceladas que desanimaban á Biscornette, y las delicadas mamposterias de Du Hancy?... ¿Qué ha hecho el tiempo, qué han hecho los hombres de todas aquellas maravillas? ¿Qué nos han dado en cambio de todo esto, en cambio de toda aquella historia gala, de todo aquel arte gótico?—Los pesados arcos abocinados de Mr. de Brosse, el torpe arquitecto de la portada de S. Gervasio, en lo relativo al arte; y por lo que hace á la historia, tenemos los gárrulos recuerdos del pilar grande, llenos todavia de la chismografia de los Patru.

No es mucho.—Pero volvamos á la verdadera sala grande del verdadero palacio antiguo.

Ocupadas estaban las dos extremidades de aquel gigantesco paralelógramo, una por la famosa mesa de mármol de una sola pieza, tan larga, tan ancha y tan gruesa, que jamas se vió, dicen los antiguos libros becerros en un estilo que hubiera dado apetito al mismo Gargantua, otra tal rebanada de mármol en el mundo; y la otra por la capilla en que se habia hecho esculpir Luis XI de rodillas delante de la Vírgen, y á donde habia hecho trasportar, sin curarse de dejar vacios dos nichos en la hilera de las estátuas reales, las de Carlo-Magno y S. Luis, dos santos á quienes suponia muy bien quistos é influyentes en las cosas del cielo, en su calidad de reyes de Francia. Esta capilla, nueva entónces, estaba toda ella construida en aquel gusto exquisito de delicada arquitectura, de escultura maravillosa, de fino y profundo cincelado que indica en la historia del arte frances el fin de la era gótica, y se perpetua hasta mediados del siglo xvi en los caprichos mágicos del renacimiento. El pequeño roseton calado que coronaba la puerta era en particular un prodigio de gracia y sutileza, parecia una estrella de encaje.

En medio de la sala, frente por frente á la puerta principal habíase erigido inmediato á la pared un tablado recamado de oro, y para el cual una ventana del pasadizo de la estancia dorada servia de puerta secreta, destinado á que le ocupáran los enviados flamencos y demas personajes convidados á la representacion del misterio.

Encima de la mesa de mármol, debia, segun costumbre antigua, representarse el misterio; para ello habia sido arreglada con prolijo esmero desde ántes de amanecer. Su rica lámina de mármol, rayada toda ella por los talones de la Basoche, sostenia una especie de jaula de madera bastante capaz, cuya superficie superior, accesible á las miradas de toda la sala, debia servir de teatro, y cuya parte interior, cubierta con anchos tapices, debia servir de vestuario á los personajes del drama. Una escalera de mano sencillamente arrimada por fuera, estaba destinada á establecer la comunicacion entre la escena y el vestuario, y á prestar sus empinados escalones asi á las entradas como á las salidas; y no había ningun personaje encopetado ó imprevisto, terrible peripecia ni golpe teatral, que no se viese en la dura é inevitable precision de subir por aquella escalera portátil. ¡Inocente y venerable infancia del arte y de las máquinas!

Cuatro alabarderos del alcaide de palacio, inseparables inspectores de todas las diversiones del pueblo, así los dias en que habia funciones, como en los dias en que habia reo, estaban en pié sobre los cuatro ángulos de la mesa de mármol.

Hasta que diese en el gran reloj del palacio la última campanada de medio dia, no debia comenzar la comedia; lo que era muy tarde seguramente para una representacion teatral; pero había sido preciso escoger la hora mas cómoda para los embajadores.

Es pues el caso que toda aquella concurrencia esperaba desde muy por la mañana. No pocos de aquellos curiosos tiritaban desde el alba delante de la fachada del palacio; y aun no faltó quien asegurara haber pasado la noche atravesado delante de la puerta principal, para estar seguro de entrar el primerito. Crecia la muchedumbre por momentos, y á manera de un rio que sale de madre, empezaba á subir á lo alto de las paredes, á remolinarse en torno de los pilares, á mundar los entablamientos, las cornisas, las barandas de las ventanas y todos los ángulos salientes de la arquitectura, todos los relieves de la escultura. Y por eso el fastidio, la desazon, la impaciencia, la libertad de un dia de cinismo y de locura, las camorras que á cada instante se armaban ya por aquí, ya por allá, por un codo afilado, y por un pisoton en un callo, el aburrimiento de una larga espectacion, empezaban, desde mucho ántes de la hora en que debian llegar los embajadores, á comunicar un acento ágrio y chillon al clamor de aquella gente apretujada, molida, prensada, magullada y sofocada. Por todas partes se oian quejas, imprecaciones y lamentos contra los flamencos, el preboste, el cardenal de Borbon, el alcaide de palacio, Margarita de Austria, los porteros de vara, el frio, el calor, el mal tiempo, el obispo de Paris, el papa de los locos, los pilares, las estátuas, esta puerta cerrada, aquella ventana abierta; todo con notable edificacion de la turba de estudiantes y de lacayos diseminados entre la multitud, que añadian á todo aquel desconento sus malicias y diabluras pinchando, por decirlo asi, á alfilerazos el mal humor general.

Había entre otros un grupo de aquellos bulliciosos demonios que, despues de haber arrancado todos los vidrios de una ventana, habíase valerosamente sentado en el cornisamento, y alcanzaba desde alli con sus miradas y rechiflas lo interior y lo exterior, el concurso de la sala y el de la plaza. Sus gestos y sus risotadas, y los burlescos diálogos que entablaban con sus compañeros de un lado á otro de la sala, claramente indicaban que aquella picara estudiantina no participaba del cansancio y fastidio de los demas, y que sabia muy bien sacar, para su provecho individual, de lo que tenian delante, un espectáculo que les hacia esperar el otro con paciencia.

—¡Por mi vida, andas tú por ahí, Joannes Frollo de

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TOMO I