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V
AL LECTOR

Siempre que se agota un libro hay quien se empeña en probar sus defectos[1].

A este se le han encontrado á centenares, por dos razones:

Primera: porque los tiene á millares. Segunda: porque al público le ha parecido que debía adquirirlo.

Yo le diré á usted, que me está leyendo, el secreto de estos agotamientos. Los libros no solo han de alegrar el ánimo, sino que han de cumplir con la cortesía.

El lector, antes que lector, es un desconocido á quien hay que hablar con respeto, y el lenguaje del autor ha de ser siempre decoroso.

Divertir á las gentes no es cosa imposible, ni difícil, ni rara: lo difícil, lo raro, es no ofenderlas ni aún con la intención.

Ponga usted este libro en cualquier sitio de su casa, señor y lector mío; no importa que lo cojan los muchachos ni las niñas casaderas que tiene usted, y que Dios le conserve; no hay en él ni palabras groseras, ni frases de doble sentido; no aprenderán nada que no sepan, ni se pondrán coloradas por culpa mia.

¿Le parece á usted poca garantía en un país donde todos los años se hacen tantas ediciones


  1. Aplíquese el sus como mejor convenga.