Las peñas retumbaban al gemido
Del misero zagal, que lamentaba
El dolor que á su alma lastimaba,
De un obstinado desamor nacido.
El mar, que las batia, su bramido
Con los retumbos dellas ayuntaba;
Confuso son el viento derramaba,
En cavernosos valles repetido.
Responden a mi llanto duras peñas,
Ai de mí! (dijo) la mar brama y gime;
Los ecos suenan de tristeza llenos:
Y tú, por quien la muerte en mí se imprime,
De oir las ansias mias te desdeñas;
Y cuando lloro mas, te abrando menos.
En una selva al dispuntar del dia
Estaba Endimion triste y lloroso,
Vuelto al rayo del sol, que presuroso
Por la falda de un monte descendia.
Mirando al turbador de su alegría,
Contrario de su bien y su reposo,
Tras un suspiro y otro, congojoso,
Razones semejantes le decia:
Luz clara, para mi la mas escura,
Que con esse paseo apresurado,
Mi sol con tu teniebla escureciste;
Si allà pueden moverte en esa altura
Las quejas de un pastor enamorado,
No tardes en volver á dó saliste.