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Marco Tulio Ciceron.

en el cuerpo de la causa. No hemos de anunciar tampoco que probaremos más de lo que es necesario probar, verbi gracia: «mostraré que los adversarios han podido hacer esto, y lo han querido y lo han hecho.» Con probar que lo han hecho, basta. Cuando la causa es simple y no cabe division, lo cual rarísima vez acontece, es excusada esta parte del discurso. Otros preceptos hay sobre las particiones, pero no tocan al arte oratoria, sino á la filosofía, de la cual hemos tomado tambien los que van expuestos por no encontrarles en las demas artes.

En todo el discurso deben observarse estas reglas, tratándose las cosas por el órden en que se hayan enunciado, y pasando despues á la peroracion, de suerte que nada nuevo se introduzca, fuera del epílogo. Una breve y excedente division nos presenta Terencio en el Andria, en boca de el viejo que dice al liberto:

De esta suerte sabrás la vida de mi hijo y mi propósito.
Y lo que quiero hacer en este asunto.

Y como lo anuncia en la particion, así lo narra: primero la vida de su hijo:

Despues que éste salió de la pubertad, oh Sosia,
Tuvo más libertad en su vida.

Despues cuenta su propósito: «Ahora estoy empeñado en esto. Finalmente, dice lo que quiere que haga Sosia: Lo que te pido es esto.

Asi como éste comenzó por la parte primera, y acabadus todas puso fin á su razonamiento, asi quiero que lo haga el orador, pasando desde las partes al epilogo. Tratemos ahora de la confirmacion, como el órden natural lo pide.

En la confirmacion, danos por medio de los argumentos fe, autoridad y fuerza á nuestra causa. Sus preceptos sou varios, segun las causas. No me parece inoportuno presentar primero una como selva ó materia universal, mezclada y confusa, de argumentos, fijándome despues en los que pertenecen á cada género de causas. Todos los argu-