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un sentido de los sentidos y de lo que no son sentidos, el cual no siente nada de lo que es sensible; un deseo que no es el deseo del placer; una voluntad, que no quiere ningun bien, pero se quiere á sí misma y áun á lo que no es voluntad; un amor que no ama ningun género de belleza, pero se ama á sí mismo y ama á lo que no es amor; un temor, que sin temer ningun peligro, se teme á sí mismo y á lo que no es temor; una opinion, que sin ser la opinion de nada, es opinion de sí misma y de lo que no es opinion. Por otra parte, fijaros bien en lo que voy á decir. Lo propio de una ciencia de la ciencia seria referirse exclusivamente á sí mismo como sujeto, y universalmente á todas las cosas como objeto; seria por lo tanto más que ella misma, y menos que ella misma, doble absurdo. En fin, esta relacion de una cosa á sí, que nosotros no observamos en ninguna parte, ¿qué hombre se atreveria á afirmar que la concibe claramente?

La ciencia de la ciencia y de la ignorancia, es decir, la ciencia de sí mismo, no parece posible; y si la suponemos posible, tampoco es útil. En efecto, esta ciencia nos enseña que nosotros sabemos ó que no sabemos, que los demas saben ó que no saben; pero no nos enseña lo que nosotros sabemos lo que no sabemos; lo que los demás saben y lo que no saben. Este último conocimiento nos seria sin duda muy ventajoso, puesto que nos permitiria hacer precisamente lo que estamos en estado de hacer, confiando lo demás á los hombres entendidos; en cuanto al primero, es de hecho vana y estéril y de ningun uso en el gobierno de los negocios privados, como en el de los públicos. Pero hay más. En el acto mismo en que la ciencia de la ciencia y de la ignorancia nos enseñase lo que sabemos y lo que no sabemos, lo que los demás saben y no saben, no se seguiria, como con demasiada ligereza hemos concedido, que pueda verdaderamente contribuir á nuestra felicidad. Esto es más bien un privi-