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hábilmente y arrancándole esta confesion: yo no sé nada. Saber que no se sabe; hé aquí la disposicion intelectual, sin la que no es posible aprender verdaderamente; y el primer esfuerzo de dicho arte era crear esta conviccion.

Y ahora bien, ¿no es este el objeto del Carmides? ¿No representa muy fielmente el primer momento de este arte? ¿No es esto lo que le da sentido y seriedad, y lo que constituye su interés y su mérito?

Pero por haberle traducido, no es cosa de que nos alucinemos sobre su verdadero valor. Su defecto no consiste en no haber concluido, porque bastante conclusion es el despertar en el alma de los lectores jóvenes la desconfianza de sí mismos, condicion de todo exámen é indagacion, sin los cuales no hay conocimiento sólido, ni ciencia digna de este nombre; de lo que le acusaremos es de abusar del doble sentido de las palabras; de refutar cosas que no merecen ser refutadas y otras que no deben serlo; de refutar sin refutar, superficialmente y en apariencia; en fin, de no ir al fondo de cosa alguna. Sobre todo, le echaremos en cara el haber amontonado una nube de sutilezas, haciéndolas recaer sobre la ciencia de nuestra alma, que es la ciencia por excelencia. Esto no es más que un juego, como lo ha visto y lo ha dicho muy oportunamente M. Cousin; y ninguna necesidad habia de esto, ni de correr el riesgo de comprometer sin motivos una verdad capital, querida de la escuela socrática y de todos los verdaderos filósofos, cualquiera que sea su escuela.

¿Quiere decir esto que el Carmides sea indigno de Platon ó no sea de Platon? De ninguna manera. El águila no se cierne siempre sobre las nubes, algunas veces descansa en las cimas de una roca, ó desciende al llano. Todas las obras de un maestro no son necesariamente obras magistrales; y no vemos por qué Platon no ha podido escribir un dia, como por desahogo, un diálogo de ménos mérito.