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entónces únicamente es decoroso conceder sus favores al que nos ama. El amor no puede permitirse por ninguna otra razon, y entónces no es vergonzoso verse engañado. En cualquier otro caso es vergonzoso, véase ó nó engañado; porque si con una esperanza de utilidad ó de ganancia se entrega uno á un amante, que se creia rico, que despues resulta pobre, y que no puede cumplir su palabra, no es ménos indigno, porque es ponerse en evidencia y demostrar que mediando el interés se arroja á todo, y esto no tiene nada de bello. Por el contrario, si despues de haber favorecido á un amante, que se le creía hombre de bien, y con la esperanza de hacerle uno mejor por medio de su amistad, llega á resultar que este amante no es tal hombre de bien y que carece de virtudes, no es deshonroso verse uno en este caso engañado; porque ha mostrado el fondo de su corazon; y ha puesto en evidencia que por la virtud y con la esperanza de llegar á una mayor perfeccion, es uno capaz de emprenderlo todo, y nada más glorioso que este pensamiento. Es bello amar cuando la causa es la virtud. Este amor es el de la Venus celeste; es celeste por sí mismo; es útil á los particulares y á los Estados, y digno para todos de ser objeto de principal estudio, puesto que obliga al amante y al amado á vigilarse á sí mismos y á esforzarse en hacerse mútuamente virtuosos. Todos los demás amores pertenecen á la Venus popular. Hé aquí, Fedro, todo lo que yo puedo decirte de improviso sobre el Amor.»

Habiendo hecho Pausanias aquí una pausa, (y hé aquí un juego de palabras[1], que vuestros sofistas enseñan), correspondia á Aristófanes hablar, pero no pudo verificarlo por un hipo que le sobrevino, no sé si por haber comido demasiado, ó por otra razon. Entonces se dirigió al médico Eriximaco que estaba sentado junto á él y le


  1. En el texto: Παυσανίου δε παυσαμένου.