—Es, como dije ántes, una cosa intermedia entre lo mortal y lo inmortal.
—¿Pero qué es por último?
—Un gran demonio, Sócrates; porque todo demonio ocupa un lugar intermedio entre los dioses y los hombres.
—¿Cuál es, la dije, la funcion propia de un demonio?
—La de ser intérprete y medianero entre los dioses y los hombres; llevar al cielo las súplicas y los sacrificios de estos últimos, y comunicar á los hombres las órdenes de los dioses y la remuneracion de los sacrificios que les han ofrecido. Los demonios llenan el intervalo que separa el cielo de la tierra; son el lazo que une al gran todo. De ellos procede toda la esencia adivinatoria y el arte de los sacerdotes con relacion á los sacrificios, á los misterios, á los encantamientos, á las profecías y á la magia. La naturaleza divina como no entra nunca en comunicacion directa con el hombre, se vale de los demonios para relacionarse y conversar con los hombres, ya durante la vigilia, ya durante el sueño. El que es sabio en todas estas cosas es demoniaco[1]; y el que es hábil en todo lo demás, en las artes y oficios, es un simple operario. Los demônios son muchos y de muchas clases, y el Amor es uno de ellos.
—¿A qué padres debe su nacimiento? pregunté á Diotima.
—Voy á decírtelo, respondió ella, aunque la historia es larga.
Cuando el nacimiento de Venus, hubo entre los dioses un gran festin, en el que se encontraba, entre otros, Poros[2] hijo de Metis[3]. Despues de la comida, Penia[4] se puso á la puerta, para mendigar algunos des-