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El gnomo.

ba á la tierra prestándole oído. Con ella iba un misterio que yo debía comprender al cabo.


MAGDALENA


Suspiros del viento, yo os conozco: vosotros me acariciabais dormida cuando, fatigada por el llanto, me rendía al sueño en mi niñez, y vuestro rumor se me figuraban las palabras de una madre que arrulla á su hija.




El agua enmudeció por algunos instantes, y no sonaba sino como agua que se rompe entre peñas. El viento calló también, y su ruido no fué otra cosa que ruido de hojas movidas. Así pasó algún tiempo, y después volvieron á hablar, y hablaron así:


EL AGUA


Después de filtrarme gota á gota á través del filón de oro de una mina inagotable; después de