y formas adornando las zonas inferiores de las tarbeas ó salones; sustitución en algunas cenefas de las hojas agudas y entrelargas, propias de la ornamentación de otros estilos, con la parra, roble y otras de parecido dibujo, las que revelándose sobre fondos de ataurique y combinándose entre sí, forman á veces dobles postas.
He aquí los principales caracteres que, unidos á la delicadeza y perfección con que están ejecutados todos los detalles, dan á conocer este período á primera vista.
La tercera época, la época de la decadencia, no tiene por decirlo así, una fisonomía propia. Se hace notar por la falta de lujo y de riqueza en sus obras, por el abandono de aquella prodigalidad de ornamentación que caracterizó á esta arquitectura en su período de gloria, y por la adulteración de algunas de las partes de que se compone.
El estilo ojival, que cada día adelantaba un paso más en la senda de la perfección, comenzó á oscurecer y á poner en olvido el arte arábigo, el cual no obstante prolongó su existencia, aunque trabajosamente, hasta mediados del siglo XVI, en que el Renacimiento destronó á un tiempo á los dos géneros, representantes genuínos, el uno de la religión cristiana y el otro de la islamita.