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La mujer de piedra.

vulgo, parece como que lo debilita la idea de que aquella impresión tengo que compartirla con otros muchos. Por el contrario, cuando descubro un detalle ó un accidente que creo ha pasado hasta entonces desapercibido, encuentro cierta egoísta voluptuosidad en contemplarle á solas, en creer que únicamente para mí existe guardado, á fin de que yo lo aspire y goce su delicado perfume de virginidad y misterio. Al encontrar en el ángulo de aquella pequeña plaza, cuyo piso cubierto de menuda hierba indicaba bien á las claras su soledad continua, el cubo de piedra, flanqueado de arbotantes terminados en agudos pináculos de granito, que constituía el ábside ó parte posterior del magnífico templo, experimenté una sensación profunda, semejante á la del avaro que, removiendo la tierra, encuentra inopinadamente un tesoro.

Y en efecto, para un entusiasta por el arte, aquel armonioso conjunto de líneas elegantes y airosas, aquella profusión de ojivas rasgadas y llenas de delicadas tracerías, por entre cuyos huecos se dibujaban confusamente los vidrios de color enriquecidos de imágenes, hojas revueltas y blasones heráldicos, junto con las grandes masas de sombra y luz que ofrecían los pilares, al presentarse iluminados de una claridad dorada, mientras bañaban los muros con sus anchos batientes azulados y ligeros, constituían una verdadera maravilla.