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Gustavo A. Becquer.

creía, no obstante, distinguir aún la imagen de la mujer entre las tinieblas. Mas no era verdad. Lo que veía de una manera muy confusa era el reflejo de aquella visión, conservada por la fantasía, porque cuando me separé de allí aún creía percibirla flotando delante de mí entre las espesas sombras de las torcidas calles que conducían á mi alojamiento.


II


Por qué durante los catorce ó quince días que llevaba de residencia en aquella población, aunque continuamente estuve dando vueltas sin rumbo fijo por sus calles , nunca tropecé con aquella iglesia y aquella plaza , y desde la tarde en que la descubrí , todos los días, cualquiera fuese el camino que emprendiera , siempre iba á dar á aquel sitio , es lo que yo no podré explicar nunca, como nunca pude darme razón, cuando muchacho, del por qué para ir á cualquier punto de la ciudad donde nací era preciso pasar antes por la casa de mi novia. Pero ello era que unas veces de propósito hecho , otras por casualidad, ya porque á las mañanas se tomaba bien el sol contra la tapia del convento , ya porque al caer la tarde de un día nebuloso y frío se sentía allí menos el embate del aire , iba allí á todas horas , y me encontraba frente al ábside de la