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Gustavo A. Becquer.
con una redondilla elogiando mis virtudes domésticas, é indicando precisamente el día y la hora de mi nacimiento y de mi muerte. Esta profunda é instintiva preocupación ha sobrevivido, no sin asombro por mi parte, á casi todas las que he ido abandonando en el curso de los años; pero al paso que voy, probablemente mañana no existirá tampoco; y entonces me será tan igual que me coloquen debajo de una pirámide egipcia, como que me aten una cuerda á los pies y me echen á un barranco como un perro.
Ello es que cada día voy creyendo más, que de lo que vale, de lo que es algo, no ha de quedar ni un átomo aquí.