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El beso.

que el joven oficial se había resignado á acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba:

— Y á propósito de alojamiento, ¿qué tal se ha pasado la noche en el que ocupáis?

— Ha habido de todo, contestó el interpelado; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto á una mujer bonita no es seguramente el peor de los males.

— ¡Una mujer! repitió su interlocutor como admirándose de la buena fortuna del recien venido; eso es lo que se llama llegar y besar el santo.

— Será tal vez algún antiguo amor de la corte que le sigue á Toledo para hacerle más soportable el ostracismo, añadió otro de los del grupo.

— ¡Oh! no, dijo entonces el capitán; nada menos que eso. Juro, á fe de quien soy, que no la conocía y que nunca creí hallar tan bella patrona en tan incómodo alojamiento. Es todo lo que se llama una verdadera aventura.

— ¡Contadla! ¡contadla! exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al capitán; y como éste se dispusiera á hacerlo así, todos prestaron la mayor atención á sus palabras, mientras él comenzó la historia en estos términos:

— Dormía esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo trece leguas de ca-