oficiales saludó esta original revelación del estrambótico enamorado de la dama de piedra.
— Nada, nada; es preciso que la veamos, decían los unos.
— Sí, sí, es preciso saber si el objeto corresponde á tan alta pasión, añadían los otros.
— ¿Cuándo nos reuniremos á echar un trago en la iglesia en que os alojáis? exclamaron los demás.
— Cuando mejor os parezca: esta misma noche si queréis, respondió el joven capitán, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relámpago de celos. — A propósito. Con los bagajes he traído hasta un par de docenas de botellas de Champagne, verdadero Champagne, restos de un regalo hecho á nuestro general de brigada, que, como sabéis, es algo pariente.
— ¡Bravo! ¡bravo! exclamaron los oficiales á una voz, prorumpiendo en alegres exclamaciones.
— ¡Se beberá vino del país!
— ¡Y cantaremos una canción de Ronsard!
— Y hablaremos de mujeres, á propósito de la dama del anfitrión.
— Conque... ¡hasta la noche!
— Hasta la noche.