Yo no sé lo que yo tengo,
ni sé lo que á mí me falta,
que siempre espero una cosa
que no sé cómo se llama.
¡Ay de mí! Por más que busco
la soledad, no la encuentro.
Mientras yo la voy buscando,
mi sombra me va siguiendo.
Todo hombre que viene al mundo
trae un letrero en la frente
con letras de fuego escrito,
que dice: «Reo de muerte».
La poesía popular, sin perder su carácter, comienza aquí á elevar su vuelo.
La honda admiración que nos sobrecoge al sentir levantarse en el interior del alma un maravilloso mundo de ideas incomprensibles, ideas que flotan como flotan los astros en la inmensidad.
Esa amargura que corroe el corazón, ansioso de goces, goces que pasan á su lado, y huyen lanzándole una carcajada, cuando tiende la mano para