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La soledad.

alegres muchachas, acompañado por los tristes tonos de una guitarra, daré por cumplida toda mi ambición de gloria, y habré escuchado el mejor juicio crítico de mis humildes composiciones».

Así termina el prólogo de La Soledad, ¿Con qué otras palabras podía yo concluir esta revista, que pusieran más de relieve la modestia y la ternura del nuevo poeta?

Yo creo, yo espero, digo más, yo estoy seguro que no tardarán mucho en cumplirse las aspiraciones del autor de estos cantares.

Acaso, cuando yo vuelva á mi Sevilla, me recordará alguno de ellos, días y cosas que á su vez me arranquen una lágrima de sentimiento semejante á la que hoy brota de mis ojos al recordarla.