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Gustavo A. Becquer.

Asómate á mi alma, y creerás que te asomas á un lago cristalino, al ver temblar tu imagen en el fondo.



Entre las oscuras ruínas, al pie de las torres cubiertas de musgo, á la sombra de los arcos y las columnas rotas crece oculta la flor del recuerdo.

Plegadas las hojas, permanece muda un día y otro á las caricias de un furtivo rayo del sol que le anuncia la mañana de las otras flores.

«Mi sol, dice, no es el sol de la alondra, el alba que espero para romper mi broche ha de clarear en el cielo de unos ojos».

Flor misteriosa y escondida, guarda tu pureza y tu perfume al abrigo de los ruinosos monumentos. Larga es la noche; pero ya las lágrimas, semejantes á gotas de rocío, anuncian la llegada del día entre las tinieblas del espíritu.



Hay un lugar en el Infierno de Dante para los grandes genios: en él coloca á los hombres célbres, que conquistaron en el mundo mayor gloria.

La justicia humana no puede hacer otra cosa, y juzga tan sólo por lo que realmente conoce.

Pero la divina lleva, sin duda, á ese mismo lu-