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Rimas.
XLI.
Tú eras el huracán, y yo la alta
Torre que desafía su poder;
¡Tenías que estrellarte ó abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el Océano, y yo la enhiesta
Roca que firme aguarda su vaivén:
¡Tenías que romperte ó que arrancarme!..
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
Uno á arrollar, el otro á no ceder;
La senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
XLII.
Cuando me lo contaron sentí el frío
De una hoja de acero en las entrañ
Me apoyé contra el muro, y un instante
La conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
En ira y en piedad se anegó el alma...
¡Y entonces comprend por qué se llora,
Y entonces comprendí por qué se mata!