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Página:Obras de Bécquer - Vol. 3.djvu/49

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La venta de los gatos.

reparado que, después de concluída la broma, se acercó disimuladamente hasta el sitio en que me encontraba con objeto de ver qué hacía yo, mirando con tanta insistencia á la mujer por quien él parecía interesarse.

— Señorito, me dijo con un acento que él procuró suavizar todo lo posible; voy á pedirle á usted un favor.

— ¡Un favor! exclamé yo, sin comprender cuales podrían ser sus pretensiones; diga usted, que si está en mi mano es cosa hecha.

— ¿Me quiere usted dar esa pintura que ha hecho?

Al oir sus últimas palabras, no pude menos de quedarme un rato perplejo; extrañaba por una parte la petición, que no dejaba de ser bastante rara, y por otra el tono, que no podía decirse á punto fijo si era de amenaza ó de súplica. El hubo de comprender mi duda, y se apresuró en el momento á añadir:

— Se lo pido á usted por la salud de su madre, por la mujer que más quiera en este mundo, si quiere á alguna; pídame usted en cambio todo lo que yo pueda hacer en mi pobreza.

No supe qué contestar para eludir el compromiso. Casi casi hubiera preferido que viniese en son de quimera, á trueque de conservar el bosquejo de aquella mujer, que tanto me había impresionado; pero sea sorpresa del momento, sea que yo