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EL MÉDICO Á PALOS.
GINÉS.

¿Y ese hombre hace unas curas tan difíciles?

MARTINA.

¿Curas dice usted? Milagros se pueden llamar. Habrá dos meses que murió en Lozoya una pobre muger, ya iban á enterrarla, y quiso Dios que este hombre estuviese por casualidad en una calle por donde pasaba el entierro. Se acercó, examinó á la difunta, sacó una redomita del bolsillo, la echó en la boca una gota de yo no sé qué, y la muerta se levantó tan alegre cantando el frondoso.

GINÉS.

¿Es posible?

MARTINA.

Como que yo lo ví. Mire usted, aún no hace tres semanas que un chico de unos doce años se cayó de la torre de Miraflores, se le troncharon las piernas, y la cabeza se le quedó hecha una plasta. Pues señor, llamaron á Don Bartolo, él no queria ir allá, pero mediante una buena paliza lograron que fuese. Sacó un cierto ungüento que llevaba en un pucherete, y con una pluma le fue untando, untando al pobre muchacho,