se ha de intentar la resistencia contra la sensación siendo ella natural, pero el espíritu que suspenda su dictamen no formando juicio de que tales afectos sean buenos ó malos.
Conviene vivir con los dioses, y lo hace así el que frecuentemente les presenta su misma alma resignada y satisfecha con el repartimiento de los hados; y pronta á hacer cuanto sea del agrado de su numen interior, que es una partecita[1] desprendida de la divinidad, la cual el mismo Júpiter dió á cada uno por ayo y conductor, y ésta es la mente y razón que cada cual en sí tiene.
¿Por ventura te irritas con el que huele á sobaquina? acaso te encolerizas contra quien le huele mal el aliento? ¿qué quieres que haga? el uno tiene así la boca, y el otro de tal suerte los sobacos, que es preciso salga de ellos semejante exhalación. Pero el hombre, dices, está dotado de razón, y puede, haciendo reflexión, conocer la falta en que incurre: j sea enhorabuena! Por lo mismo, pues, tú, que participas de razón, muévele con tu facultad persuasiva á que haga semejante discurso; persuádeselo, retos de su misma naturaleza: Hæc nulla sapientia abigit, alioquin haberet rerum naturam sub imperio, como dice Séneca, epist. 6. De donde se colige, que M. Aurelio habla de este principio ó facultad de sentir, de que un sabio no debe pretender la inmunidad, queriendo con todo que la razón resista y rechace la sensación actual del apetito y de la fantasía, lo cual es muy diferente del estupor estudiado, del ocio pretendido y de la innación de antemano deliberada de un obsceno quietista, que pudiendo rechazar la idea se la contempla muy despacio.
[1] Es absolutamente impio el dogma estoico que enseña y da por supuesto ser nuestras almas otras tantas limaduras de la divinidad por si indivisible.