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MORALISTAS GRIEGOS.

viene que yo sea esmeralda y que retenga mi propio color.

¿No es la mente la que se alborota y perturba á sí misma? quiero decir, no es la que se amedrenta á sí misma? la que de suyo se aflige? la que excitaen si las pasiones? Y caso que algún otro pueda intimidarla ó entristecerla, hágalo; pues pende de su voluntad el que no se mueva á semejantes afectosopinando que hay algún mal. El cuerpezuelo, si puede, cuide de sí para que no le venga algún trabajo; y si padece alguna molestia, en todo lance quéjese y levante el grito. Pero el alma, que teme, que se aflige, que absolutamente hace su juicio cerca de estos afectos, nada tendría que sufrir si no incurriese en la falta de formar un tal dictamen; puesto que la mente de suyo de nada necesita, si á sí misma no se acarrea la necesidad, y no está sujeta á perturbaciones y embarazos, á no ser que ella se perturbe y embarace á sí misma.

Consiste la felicidad de un hombre en tener buennumen interior, ó buena alma y buena conciencia.

Pues en vista de esto, ¿qué haces acá, oh imaginación mia! Vuélvete, te lo pido por los dioses, como has venido; para nada te necesito; tú has venido según la antigua costumbre; no me irrito contra ti, sólo te suplico que te vayas.

¿Por qué teme alguno la mutación? ¿pues qué cosa se puede hacer sin que ella intervenga? gy qué otra cosa se hallará más agradable que ésta, ó más familiar á la naturaleza del universo? ¿Por ventura podrás usar del baño caliente sin que la leña se mude y convierta en fuego? te podrás nutrir sin que la comida se mude en tu alimento? gacaso puede lle-