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M. AURELIO.—SOLILOQUIOS.

celebrado, de quien honra y del que es memorable; además de que esto se hace y queda en el rincón de este clima, en donde no todos concuerdan en los elogios, ni aun uno suele ir acorde consigo mismo. Por último, toda la tierra se reputa por un punto.

Pon toda tu atención en lo que tuvieres entre manos, ahora sea un dogma, ahora una acción ó una palabra. Con razón llevas tu merecido, porque quieres más el dilatar hasta mañana el ser bueno que serlo desde hoy mismo ¿Hago alguna cosa? la ejecuto[1] refiriéndola al bien de los hombres. Me sucede algún trabajo? lo recibo consagrándolo á los dioses y atribuyendo á la fuente común de la cual trae su origen cuanto se hace en el universo.

¿Qué juicio formas del baño y qué te presenta á la vista? aceite, sudor, asquerosidad, agua y viscosidad; todo causa hastio. Una cosa tal viene á ser cualquiera parte de la vida y todo cuanto al presente percibimos por los sentidos.

Lucilla dió sepultura[2] á Vero, y después fué sepultada Lucilla; Segunda la dió á Máximo, y después no faltó quien la diese á Segunda[3]; Epitinchano vió morir á Diotimo, y después murió Epitinchano[4];[1] Estas son las dos basas fundamentales de la perfección, no sólo filosófica, sino también de la cristiana : amor para con Dios y para con el prójimo.

[2] Era Lucilla hija de nuestro Emperador, que había casado con Lucio Vero.

[3] Segunda parece fué mujer de aquel Máximo de que habla M. Aurelio en el lib. 1, § 15.

[4] A este Epitinchano y á Diotimo, sujetos desconocidos, ya les cuadra lo que de otros dice M. Aurelio, que sus nombres con el tiempo se mirarían como una fábula.

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  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1
  4. 4,0 4,1