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raimundo lulio.
V.

«Plázcaos que pueda llevar á feliz término el hecho que emprendí, para ensalzar la cruz donde espirasteis en el destierro de este mundo. Plázcaos, Señor, que se cumpla mi deseo, á fin de que no oigais mas á los infieles de Mallorca sin que nada de ellos podais esperar.»—

VI.

Entonces el rey hizo enarbolar en el mástil de su nave el pendon de Jesu-Christo, y en los bajeles apareció la bandera aragonesa. Casi toda la armada había estado á punto de perecer, mas no plugo esto á Dios, que había abierto á las armas de Aragón el camino de la gloria.

VII.

Las ondas del mar que enfurecidas habían desbaratado aquel inmenso escuadron de naves, recobró su perdida calma. Las cumbres de la isla aparecian ya á los ojos de los conquistadores: y el brazo de Dios que durante aquel dia tan adverso se había mostrado, hizo aparecer en el cielo la luz del sol, y la armada toda trocó en alegría su tristeza.

VIII.

Entonces el almirante Bonet que guia la navemayor, con gritos de alegría se acercó á la galera del rey y le dijo:—«Ya plugo á Dios por fin! Mirad, señor, mirad otra vez reunida vuestra flota, y si es la voluntad de mi rey, dirijámonos sin tardanza hácia la parte de mediodía.»—

IX.

Cuando el rey vió todas sus naves, que en tanto cuidado le habían tenido, dijo pesaroso, derramando lágrimas de ternura:—«Señor! la grande armada que habeis querido restituirme, salva de los horrores de la tormenta, os prometo que irá por vos á lanzar en las profundidades del infierno el coaligado poder de los mahometanos.»—