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raimundo lulio.
XXX.

Y cuando Don Jaime vió mas léjos en el campo á Mem-Ladron que combatia con los sarracenos, dijo á D. Nuño:—«Acechad trás ese collado con Gil de Alagon y Arnaldo de Finisterra, en tanto que voy á vencer aquellos tres moros que mas allá distingo.»—

XXXI.

Mas, Gil de Alagon, desobedeciendo las órdenes del rey, se precipitó sobre dos sarracenos, hiriéndoles el rostro con sus puños, y Don Jaime entónces corriendo hácia D. Gil, le dijo:—«¡Qué! ¿Acaso no sabe el de Alagon el ordenamiento de buen doncel?»—

XXXII.

Y D. Gil de Alagon contestó:—«Señor rey! Sabed que aquí vine para matar infieles. Si es otra vuestra voluntad, podeis reprender al mal baron cuando os desobedece, pero no ofender de tal modo al buen doncel.»

XXXIII.

«Y sabed tambien que Gil de Alagon se separa desde ahora de vuestro servicio. Sarracenos matareis vos si os place; y donceles hay que sabrán batir á los guerreros de vuestro ejército, y aun á Gil de Alagon le será dado hacerlo.»—Y el rey le replicó:—«Id, miserable, id enoramala.»—

XXXIV.

Y la hueste se dirigió entónces hácia el collado cargando sobre los moros, y haciéndoles gran destrozo. Muy cerca de mil de los sarracenos cayeron allí sin vida; y espantados los demas, dando alaridos, huyeron internándose por la selva.