Y en seguida empezó á moverse la vanguardia, que se componia de los soldados de D. Guillem y D. Ramon de Moncada y de los templarios; y pronto se distinguió tras el collado á la horda sarracena, preparada para el combate; y dada la señal, con pavoroso estrépito se trabó la lid, haciendo cada parte cuanto podia.
La vanguardia hizo esperimentar grandes daños al enemigo, porque los cristianos peleaban con denuedo por la fe de Cristo. Mas allí acabó peleando D. Guillem de Moncada su gloriosa carrera; allí murió tambien D. Ramon de Moncada como un héroe defendiendo su estandarte, y con ellos el valiente Desfar y Hugo de Mataplana, el buen trovador.
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Hallábase ya derrotado y vencido el ejército de Infantilla, y las armas de la hueste del rey Don Jaime apenas encontraban ya enemigos que vencer por aquellos alrededores. Plugo á Dios dar á los infieles el castigo que merecian, y dijo el valeroso monarca: —«Entremos en la ciudad!»—
Y pronto se vió tremolar sobre las torres de sus muros el pabellon aragonés, y reducido á cenizas el de Mahoma: y D. Nuño, con muestras de verdadero gozo, dijo á Don Jaime:—«Señor rey! esta es la puerta de la ciudad que ya os pertenece, tomadla ante todo, y sed vos el primero que entre por ella.»—Y en seguida fué aclamado y victoreado por rey de Mallorca.
