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manidad, las ambiciones insaciables y los sentimientos eternos de venganza, tienen sus simulacros así en el fondo del Océano, como en el seno de las florestas, lo mismo en los eriales ardientes del desierto, que en las yermas regiones de la cordillera.

Mísera condicion la del en otro tiempo llamado señor de la naturaleza, que hácia cualquier punto á donde dirija sus pasos, sea cual fuere el lugar escondido del globo en que procure huir de si mismo, allí surge la imágen eterna de su flaqueza; más allá parece escuchar el ruido multísono de los animales y de las plantas, en una voz que le grita: «Tú eres mi hermano!»

Ante estos ejemplos enseñadores de la naturaleza, procuremos, señores, por médio de la cultura de la inteligencia y por el más lato desenvolvimiento de las leyes sociológicas, romper las cadenas que nos esclavizan aun al resto de la creacion!