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LEOPOLDO LUGONES
Que sea, al completarse cada fasto sonoro,
Nuestra espalda la puerta cerrada del decoro;
Y el animoso pecho la delantera proa,
Para mejores hechos dignos de nueva loa;
Pues ellos nos dejaron en sus actos más bellos,
El duro y noble encargo de ser mejores que ellos.
Su probidad sencilla, su piedad grave y recta,
El porfiado heroismo de su vida imperfecta,
El timbre igualitario que dieron á sus nombres,
Nos prueba que, ante todo, cuidaban de ser hombres.
Y lo que nos los torna más buenos y admirables
En los póstumos días, es que son imitables.
Quiere el viejo fecundo florecer en la prole,
Y ser el fundamento de progresiva mole
Enaltecida en causa genial de fortaleza.
El árbol valeroso no se esparce en maleza.