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LEOPOLDO LUGONES

Y con mirada extensa en que el encanto
De la campiña pálida reposa,
Abarca el fiero macho su dominio,
Enviando á la dehesa retozona,
El mugido remoto y entrañable
Que su viril profundidad prolonga.


Piérdese el tren por los desiertos campos,
Al paso que en vedijas perezosas
Se deshacen sus blancas balas de humo
Por las cañadas húmedas de sombra.
En vasta dispersión pace el rebaño
Que entre el profuso pastizal engorda,
Asegurando al semental pujante
Su plantel de lucientes vaquillonas.
Allá el torito que con duro gesto
Su amenazante decisión entona,
Clavado como un trompo cava tierra;
Y el nudoso ternero se alborota,
Mientras con un desgano de bostezo

Le brama la lechera cavernosa.