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Página:Odas seculares.djvu/47

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LEOPOLDO LUGONES

Con labio ardido el hombre que allá arriba
Los acopiados haces desmorona,
La hez de la cantante damajuana;
Y se ve en su garganta presurosa,
Bajo el rayo de sol que la degüella
Pasar les tragos con delicia sorda.
Más lejos, á la sombra de la parva,
El comisario próximo enamora
A la hija del gringo, y sin que advierta,
Por la manga le emboca
De punta, una barbada espiga verde,
Que en progresión tenaz trepa más pronta
A cada sacudón, como un insecto,
Hasta la axila rubia y cosquillosa;
Con lo cual pesca el listo algún encanto
Del corpiño alocado por la broma.


Ella también labró la dura tierra,
Cuando, recién venidos, era toda
La familia un ganado de labranza

Y aun no existía pueblo ni colonia.