La paz de las doncellas estudiosas.
Oh tierra segurísima que ofreces
Como una teta enorme à nuestras bocas
El duro bien de la existencia, y cuando
Viene la muerte fiel como la sombra,
Que tan sólo al ponérsele á la espalda
La tarde breve, el caminante nota—
El mismo seno á nuestra sien provee
La continua almohada sin zozobras,
Donde á la Gran Serenidad nos lleva,
El fin de la jornada valerosa.
Cantemos las primicias de la lana
En la cordura honesta de la ropa;
Y en ese bienestar equitativo
Que al vecindario dan las casas propias;
Y en esa gravedad que economiza
Los pasos de las madres numerosas,
Como honesta balanza bien cargada;
Y en ese encanto de invernales horas,
Que la velada hasta las diez hilaba
Con paciente virtud, contando historias.