parábolas y apólogos, que son seguramente de origen indio y aun budista, puesto que algunas de ellas están en el Maharanso, y además es sabido que los misioneros populares de esta secta empleaban el apólogo con tanta frecuencia como los predicadores cristianos de la Edad Media. Pero estos ejemplos ó cuentos seguramente no proceden del Lalita Vistara, sino de fuentes mucho más antiguas. Algunos de ellos, pasando por el intermedio del Gesta Romanorum, han andado largo camino en las literaturas modernas; dos por lo menos, celebérrimo uno de ellos (el del joven educado en la soledad, á quien se hace creer que las mujeres son demonios), figuran en el Decameron[1], y el cuento de las tres cajas como escena episódica, en El Mercader de Venecia.
No es óbice la profunda y sublime doctrina que en el Barlaam se contiene para que se reconozca su parentesco con otros libros menos ascéticos, de tan probado origen indio y remota fecha como el Calila y Dimna, que ya estaba traducido al persa en el siglo VI, y con el Sendebar, que tiene poco más ó menos la misma antigüedad. Una de las parábolas más pesimistas del Barlaam, una de las que ponen de manifiesto con más terrible energía la vanidad de los goces del mundo, se encuentra literalmente en el prólogo autobiográfico del traductor persa del Calila, el médico Barzuyeh ó Bersehuey, que peregrinó á la India en busca de las hierbas que resucitan á los muertos y trajo de allí las palabras de sabiduría que dan medicina y salud á las almas: «Despues que hobe pensado en las cosas de este mundo... busqué enxemplo é comparación para ello, et vi que semejan en esto á un home que con cuita é miedo llegó á un pozo, é colgóse dél, é trabóse á dos ramas que nacieran á la orilla del pozo, é puso sus pies en dos cosas á que se afirmó, é eran cuatro culebras que sacaban sus cabezas de sus cuevas; et en catando al fondón del pozo vió una serpiente la boca abierta para le tragar cuando cayese, et alzó los ojos contra las dos ramas, é vió estar en las raíces della dos mures, el uno blanco é el otro negro, royendo siempre que non quedaban; et él pensando en su
- ↑ En la introducción de la jornada cuarta, y antes en el Novellino antico (novela 14), con este título Come un re fece nodrire uno suo figlinolo dieci anni in luogo tenebroso, e poi li mostrò tutte le cose, e più li piacque le femmine. Du Mèril, en su estudio Des sources du Decamerone et de ses imitations, inserto donde menos pudiera esperarse, esto es, en sus Prolegómenos á la historia de la poesía escandinava (París, 1839, pp. 344 á 360), encuentra grandes relaciones entre este apólogo y un episodio del Ramáyana, conocido con el nombre de La seducción de Richyasringa. Liebrecht se inclina á ver la misma semejanza; pero Ancona advierte con razón (en su estudio sobre Le fonti del Novellino) que Richyasringa, cuando ve mujeres por primera vez, no las toma por demonios, sino por «anacoretas de ojos centelleantes... parecidos á cosa sobrehumana». (A. d'Ancona, Studii di critica e storia letteraria, Bologna, 1880). En este precioso trabajo de Ancona, así como en el de Landau, Die Quellen des Decamerone (Viena, 1889), pueden verse indicadas muchas versiones de este cuento, entre ellas la española de Clemente Sánchez de Vercial en la Suma de Enxemplos (comúnmente llamada hasta ahora Libro de Enxemplos, ej. 231).