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Página:Orígenes de la novela - Tomo I (1905).djvu/48

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XXXVIII
Origenes de la novela

como la Disciplina Clericalis[1], donde apenas se encuentra indicio de cristianismo, salvo en el prólogo y en el título de la obra, que ha de ser entendido como disciplina ó enseñanza propia de clérigos, dando á esta palabra el sentido lato que tenía en la Edad Media, como hoy le tiene la palabra scholar, sinónimo entre los ingleses de hombre estudioso y letrado. Todos los elementos que entran en la composición de la Disciplina Clericalis son orientales, y aun la rara sintaxis que el autor usa tiene más de semítica que de latina. Pedro Alfonso declara haber compaginado su libro, parte de los proverbios y castigaciones de los filósofos árabes, parte de fábulas y versos, parte de ejemplos ó similitudes de animales y aves[2]. Nuestros escasos conocimientos en literatura oriental no nos permiten determinar á ciencia cierta los orígenes inmediatos de cada una de las treinta fábulas ó cuentos de la Disciplina Clericalis, pero basta el más superficial cotejo entre este libro del siglo XII y las traducciones que en el XIII y XIV se hicieron de las grandes colecciones tantas veces citadas, para deducir que el converso aragonés bebió en las mismas fuentes, y que la mayor parte de sus apólogos proceden del Calila, de un libro de Engaños de Mujeres, análogo al Sendebar, del Barlaam, de las fábulas de Lokman[3] y de otros libros muy conocidos. En dos capítulos figuran los nombres de Platón y Sócrates, pero estos nombres eran familiares á los árabes y no arguyen influencia clásica de ninguna especie. Las fábulas están puestas en boca de un padre que las da como instrucciones á su hijo, reforzándolas con gran número de proverbios y sentencias. Son ciertamente de muy saludable y moral doctrina algunos de estos ejemplos. Otros son picantes y festivos, sin ofensa del decoro. En uno ú otro concepto pueden recomendarse el de la prueba de los amigos (que pasó al libro del Rey Don Sancho y á El Conde Lucanor); el de los dos mercaderes de Egipto y de Baldach, tan fieles y heroicos en su recíproca amistad como el Tito y el Gesipo de Bocaccio; el muy ingenioso del depósito de los toneles de aceite; la linda fábula de la avecilla que con dulces y sabias palabras se libró de las manos del rústico; el gracioso cuento del jorobado en el portazgo, que todavía en el siglo XVI versificó el licenciado Tamariz; el famosísimo de las cabras, que Sancho contó á Don Quijote en la temerosa noche de los batanes, y algunos más[4]. Pero otros son tan libres como los del Sendebar, siendo de

  1. La primera edición de este libro fué hecha en 1824 por la Sociedad de Bibliófilos Franceses, acompañada de una traducción francesa en prosa del siglo XV, intitulada Discipline de clergie, y otra más antigua en verso, Castoiement d'un père à son fils, que había sido ya impresa en 1760 por Barbazan.

    Es mucho más correcta y estimable la de Valentín Schmidt: Petri Alfonsi, Disciplina clericalis; Zum ersten mal herausgegeben mit enleitung und anmerkungen, von Fr. V. Schmidt. Ein beitrag zur geschichte der romantischen litteratur (Berlín, 1827, 4.º.). Pero ambas ediciones escasean tanto que no hay más remedio que acudir á la indigesta mole de la Patrologia de Migne, en cuyo tomo 157 está reproducida la edición de los bibliófilos de 1824.

  2. Propterea libellum compegi, portim ex proverbiis philosophorum, et suis castigationibus arabicis, et fabulis et versibus, partim ex animalium et volucrum similitudinibus... Huic libello, nomen injungens, et est ex re, id est «Clericalis Disciplina». Reddit enim clericum disciplinatum (Pág. 673 de la edición de Migne).
  3. Balaam, qui lingua Arabica vocatur Lucaman, dixit filio suo: «Fili, ne sit formica sapientior te, quæ congregat in aestate unde vivat in hieme. Fili, ne sit gallus vigilantior te, qui in matutinis vigilat, et tu dormis»... (Pág. 674, col. 1.ª).
  4. Tienen en la Disciplina Clericalis estos apólogos los números I, II, XIV, XX, V y X.