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Página:Orígenes de la novela - Tomo I (1905).djvu/78

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LXVIII
Origenes de la novela

paloma que instruye á la doncella en el islamismo, y la revela las delicias del paraíso y los tormentos del infierno.

Muy curioso es también el Alhadiz de Musa (Moisés) con Jacob el carnicero, que tiene por objeto inculcar la piedad filial con un ejemplo muy semejante al que sirve de eje á nuestro admirable drama teológico El condenado por desconfiado. La profunda y sagaz erudición de D. Ramón Menéndez Pidal ha perseguido hasta las últimas raíces de esta leyenda, y hoy sabemos á ciencia cierta que tanto este cuento árabe como otro hebreo muy análogo y las versiones cristianas que son en gran número tienen su primer tipo en un episodio del inmenso poema Mahabharata y en uno de los relatos de la colección también india que se designa con el nombre de Çukasaptati ó cuentos del Papagayo[1].

El Recontamiento muy bueno de lo que aconteció á una partida de sabios zelihes (santones), tiene también un fin religioso y aun ascético. Trátase de la caída de un anacoreta musulmán, que enamorado locamente de una mujer cristiana llega á abjurar de su fe y se degrada hasta guardar una piara de animales inmundos; pero haciendo luego áspera penitencia con terribles ayunos y maceraciones, logra no sólo el perdón de Allah, sino la conversión al mahometismo de la mujer adorada. Parece que hay varias versiones de esta anécdota, popular todavía entre los musulmanes de Africa.

Entre los personajes de la Biblia ninguno tiene entre los árabes una historia fabulosa tan desarrollada y peregrina como el sabio rey Salomón, á quien los orientales atribuyen mil conocimientos peregrinos, además de los que la Escritura le concede, suponiendo, entre otras cosas, que tenía á sus órdenes los vientos y podía ser trasladado por ellos en breve espacio de un lugar á otro; que entendía el canto de las aves, el susurro de los insectos y el rugir de las fieras; que veía á enormes distancias; que le obedecían sumisos los leones y las águilas; que poseía incalculables tesoros y un sello mediante el cual conocía lo pasado y lo porvenir, y dictaba sus órdenes á los genios, para que le construyesen templos y alcázares, etc. Verdad es de que de poco le sirvió tanta prosperidad y tanta ciencia, porque habiéndose dejado arrastrar del orgullo, le reprobó Allah, y tuvo Salomón que peregrinar cuarenta días, demandando su sustento de puerta en puerta, mientras que los genios, libres ya de la servidumbre en que los tenía, se apoderaron de su sello y penetrando en su palacio forzaron á todas sus esclavas. Ésta y otras cosas estupendas se refieren en varios libros árabes y aljamiados, de los cuales es muestra el Recontamiento de Sulaimen nabí Allah (profeta de Dios), cuando lo reprobó Allah en quitarle la onrra y andó cuarenta días como pobre demandando limosna en servicio de Allah. Pero falta en lo que conocemos hasta ahora de la literatura de los moriscos la más interesante y poética de las leyendas relativas á Salomón, la de sus amores con la reina de Saba, Balquis, la de pie de cabra, aunque este cuento oriental (que todavía en nuestros días ha contado deliciosamente Anatolio France) arraigó muy temprano en España, y ya en el siglo XIV se encuentra en el Nobiliario del Conde Don Pedro de Barcellos, aplicado á Don Diego López de Haro, para explicar la genealogía de los señores de Vizcaya.

Posee la literatura aljamiada dos extensas narraciones en prosa, que con buen acuerdo

  1. Discursos leídos ante la Real Academia Española, en la recepción pública de D. Ramón Menéndez Pidal, el 19 de octubre de 1902.