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Página:Orígenes de la novela - Tomo I (1905).djvu/81

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LXXI
Introducción

de esta encantada ciudad; de latón ó azófar, á cuyos habitantes encontró Muza como aletargados ó sorprendidos por repentina muerte, colócalas todavía el narrador aljamiado en España, al paso que el compilador de Las Mil y una noches las lleva al centro de África.

Finalmente, como solitaria muestra de que no fueron enteramente desconocidas á los míseros descendientes de la grey musulmana las obras de ficción y pasatiempo compuestas por los cristianos, debe citarse el extenso fragmento de la novela caballeresca, de origen provenzal, Paris y Viana, traducida, al parecer del catalán, por un morisco aragonés[1].

La prosa de los moriscos vale siempre más que sus versos, y suele tener un dejo muy sabroso de antigüedad y nativa rustiqueza, libre de afectaciones latinas é italianas, aunque enturbiada por gran número de arabismos inadmisibles. Gente, al fin, de pocas letras, no curtida en aulas ni en palacios, que decía sencilla y llanamente lo que pensaba, claro es que había de mostrar, á falta de otros méritos, el de la ingenuidad y sencillez. Voces hay, en estos libros aljamiados, de buen sabor y buena alcurnia, felices, pintorescas y expresivas, que ya en aquel entonces rechazaban como plebeyas los doctos; pero que el pueblo usaba y aún usa, y que los moriscos, gente toda plebeya y humilde, no tenían reparo en escribir.

Sirven además estos libros para fijar la mutua transcripción de los caracteres árabes y los comunes, tal como en España se hacía, y por lo tanto, para resolver muchas cuestiones de pronunciación hasta ahora embrolladas. Y son, finalmente, rico tesoro del dialecto aragonés; en que casi todos fueron compuestos, percibiéndose en algunos, como el Baño de Zarieb, gran número de voces y modismos valencianos.

III

Influencia de las formas de la novelística oriental en la literatura de nuestra Península durante la Edad Media.—Raimundo Lulio.—D. Juan Manuel.—Fray Anselmo de Turmeda.—El Arcipreste de Talavera.

Á las traducciones de libros orientales de apólogos, cuentos y sentencias siguió muy pronto la aparición de obras originales vaciadas en el mismo molde, siendo quizá la primera el Libro de los Castigos é documentos que D. Sancho el Bravo compuso para educación de su hijo D. Fernando, terminándole en 1292[2], en medio de los cuidados del cerco de Tarifa.

Este importante catecismo político moral parece compuesto á la traza de los libros árabes del mismo género, tales como el Solwan del siciliano Aben Zafer y el Collar de Perlas del rey de Tremecen Abuhamti, si bien éste es posterior á D. Sancho. En el uno como en los otros se confirma la doctrina con gran copia de ejemplos históricos, anéc-

  1. Publicada por D. Eduardo Saavedra en la Revista Histórica de Barcelona, febrero de 1876.
  2. Esta fecha consta al principio del libro mismo. «El qual libro fizo é acabó el noble rey el año que ganó á Tarifa».

    El Libro de los Castigos fué publicado por D. Pascual de Gayangos en el tomo de Escritores en prosa anteriores al siglo XV.