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engañados; y con la complicidad de ésta y su ayuda dedicóse aquél a Georgiana, cuyo tierno corazón, como de niña, se impresionó con fuerza por la amabilidad que él le demostraba; tanto, que se creyó enamorada y consintió en fugarse. No tenía entonces sino quince años, lo cual habrá de servirle de excusa; y tras de declarar su intención, me complazco en añadir que debí a ella misma el conocimiento del plan. Me reuní con ellos inesperadamente un día o dos antes de la proyectada fuga, y entonces Georgiana, incapaz de soportar la idea de afligir y ofender a un hermano a quien casi consideraba como padre, me comunicó todo. El velar por el crédito y los sentimientos de mi hermana me vedaron dar un escándalo público; pero escribí al señor Wickham, quien abandonó al punto aquel sitio, y la señora Younge fué, como es natural, destituída de su cargo. La principal mira del señor Wickham era sin duda la fortuna de mi hermana, consistente en treinta mil libras; mas no puedo dejar de sospechar que la esperanza de vengarse de mí fuese otro poderoso estímulo. En verdad que habría sido venganza completa.

»Esta es, señorita, la fiel narración de cuantos hechos se han referido a ambos; y si no la rechaza usted en absoluto, espero que me descargue en adelante del pecado de crueldad contra el señor Wickham. No sé ahora de qué modo, bajo qué forma de falsedad se ha impuesto a usted; pero no hay que maravillarse de su buen éxito, ya que ignoraba usted todo lo concerniente a los dos. El