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Habían visto mucho para interesarse en el asunto, pero nada que justificase la averiguación.

Era preciso ahora pensar bien de Darcy, y en cuanto a lo que el conocimiento directo de ellos alcanzaba, no se podía encontrar la menor falta en él. No les era dado permanecer indiferentes a su cortesía, y si hubieran de haber dibujado su carácter por lo que ellos mismos sentían y por los informes de su sirvienta, prescindiendo de todo lo demás, el círculo del condado de Hertford en que se le conocía no habría conocido a Darcy en ese dibujo. Inclinábanse a creer ahora al ama de llaves, y pronto concedieron ambos que el testimonio de una sirvienta que le conocía desde los cuatro años, y cuyo propio modo de ser indicaba respetabilidad, no era para ser rechazado de buenas a primeras. Por otra parte, en las noticias de sus amigos de Lambton no había nada capaz en puridad de aminorar el peso de aquel testimonio. No tenían que acusarle sino de orgullo; y orgullo acaso lo tuviese, y si no, habíasele de imputar por los habitantes de una localidad pequeña a quienes no visitaba la familia. Mas reconocíasele como hombre liberal y que hacía mucho por los pobres.

Respecto a Wickham, los viajeros vieron pronto que no era tenido allí en mucha estima, pues aunque lo más substancial de sus relaciones con el hijo de su amo se conocía imperfectamente, bien notorio era en cambio el hecho de que al salir del condado de Derby había dejado tras de sí muchas deudas, las cuales satisfizo después Darcy.