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INSTINTO DE HACER ESCLAVOS

salir al último individuo de la F. sanguinea llevándose una ninfa; pero no pude encontrar el desolado nido en el espeso brezo; el nido, sin embargo, debia estar muy cerca, porque dos ó tres individuos de F. fusca andaban de un lado para otro en la mayor agitacion y uno se habia encaramado á la extremidad de una ramita de brezo donde estaba inmóvil con su ninfa en la boca, imágen de la desesperacion sobre su saqueado hogar. Tales son los hechos, aunque no se necesitaba que yo los confirmara, con respecto al maravilloso instinto de hacer esclavos. Obsérvese qué contraste presentan los hábitos instintivos de la F. sanguinea con los de la F. rufescens del continente. Esta no fabrica su propio nido, no determina sus propias emigraciones, no reune alimento para sí y para sus crias y no puede ni áun alimentarse á sí misma: depende absolutamente de sus namerosos esclavos. Formica sanguinea, por otra parte, posee muchos ménos esclavos, y en la primera parte del verano poquisimos: los dueños determinan cuándo y dónde se ha de formar un nuevo nido, y cuando emigran, ellos son los que llevan á los esclavos. Tanto en Suiza como en Inglaterra parece que los esclavos tienen el exclusivo cuidado de las larvas, y los dueños solos van á las expediciones y á hacer esclavos. En Suiza trabajan juntos los esclavos y los dueños, haciendo y trayendo materiales para el nido; unos y otros, pero particularmente los esclavos, asisten y cuidan á sus crisálidas, y unos y otros buscan alimento para la comunidad. En Inglaterra los amos solos acostumbran á salir del nido para recoger materiales de construccion y alimento para ellos, sus esclavos y larvas. De modo que los amos en este país reciben muchos ménos servicios de sus esclavos que en Suiza. No pretendo conjeturar por qué pasos se originó el instinto de F. sanguínea. Pero como las hormigas que no hacen esclavos se llevan las crisálidas de otras especies, como yo lo he visto, cuando están diseminadas cerca de sus nidos, es posible que dichas crisálidas, almacenadas al principio como alimento, pudieron llegar á desarrollarse; y que las hormigas extranjeras, criadas así sin intencion, siguieran sus propios instintos entónces, haciendo todo el trabajo que pudieran. Si su presencia resultó útil á la especie que se habia apoderado de ellas, si fué más ventajoso para esta especie apresar obreros que procrear-