HABITANTES DE ISLAS Y DE CONTINENTLS 409 isla de Chatham. Sir Charles Lyell y Mr. Wollaston me han comunicado un hecho notable relativo á cste asunto: el hecho es que la isla de Madera y el islote adyacente de Porto Santo poseen muchas especies de moluscos terrestres distintas, pero representativas, algunos de los cuales viven en las grietas de las piedras; y aunque todos los años se llevan grandes cantida- des de piedra desde Porto-Santo á Madera, las especies del islo- te no se han aclimatado en la isla; y sin embargo, una y otro han sido colonizados por moluscos terrestres curopeos, los cua- les tenian sin duda alguna ventaja sobre las especies indige- nas. Por estas consideraciones creo yo que no debemos maravi- llarnos mucho porque no se hayan extendido de isla en isla las especies endémicas que habitan las diversas del archipiélago de los Galápagos. En el mismo continento tambien la ocupa- cion prévia ha desempeñado papel muy importante en estorbar que se mezclen las especies que habitan diferentes localidades de casi las mismas condiciones físicas. Así los ángulos Sudeste y Sudoeste de la Australia, que tienen casi las mismas condicio- nes físicas, y que están unidos sin interrupcion por tierra, es- tán, no obstante, habitados por un vasto número de mamífe- ros, pájaros y plantas diferentes; y lo mismo sucede, segun las conclusiones de Mr. Bates, con las mariposas y otros animales • que habitan el espacioso, abierto y contínuo valle de las Ama- zonas. El mismo principio que regula cl carácter general de los ha- bitantes de las islas oceánicas, á saber: la relacion con el ori- gen do donde los colonos puedan con mayor facilidad haber sido derivados, juntamente con la ulterior modificacion de los mismos, es do grandísima aplicacion en toda la naturaleza. Lo vemos en cada cumbre de montaña, en cada lago y en cada pantano. Porque las especies alpinas, exceptuando aquellas quo se han extendido grandemente duranto la época glacial, se relacionan con las de las tierras bajas que las circundan; así tenemos en la América del Sur Guainambíes alpinos, roedores alpinos, plantas alpinas, etc., formas todas estrictamente ame- ricanas, y es evidento que al ir surgiendo con lentitud y ele- vándose una montaña han de habitarla las formas de las tier- ras bajas que las rodean. Lo mismo sucede con los habitantes de los lagos y pantanos, con la excepcion de los casos en que la gran facilidad de transporte ha permitido que prevalezcan las